jueves, 9 de mayo de 2013

¡Qué poquito queda!

Estamos ya en esa época del año en la que todo el mundo te recuerda que te queda muy poquito. No sé si se nos dice con envidia, o por ser amables, o con la alegría propia del que va disfrutar más de sus hijos, que estarán relajados y sin deberes. Eso, los que son padres, porque del resto de la población...no entiendo muy bien por qué llevan mi agenda laboral.
Soy maestra de primaria. Cada vez que me lo dicen sonrío y asiento, complaciente, con la cabeza. Y por dentro se me remueve el alma, o el estómago, pensando en todo lo que hay que  hacer todavía, en el gran esfuerzo que queda, en la carrera final. Recuerdo que vamos por la tabla del siete, que los problemas combinados parecen una batalla perdida, que en las restas con llevadas hay que poner el puntito, que si no se nos olvida, que tu nombre empieza con mayúscula, que punto y aparte es eso, ¡aparte!, que la raya del margen está ahí para algo, que no se os puede olvidar una página de nada que os puse, que lagarto se escribe con g, que con j es que estoy "jartita", que no me diga el profe de inglés que habláis mucho, que hay que hacer pis durante el recreo, que...en fin... todo eso y más. Porque lo más difícil es conseguir que aprendan.
Desde luego que esta proyección de futuro a corto plazo es agotadora. Mucho más, si tenemos en cuenta que se suma al empeño diario que ponemos en hacer las cosas bien y para todos. Pienso en la semana previa al día del padre y de la madre, en el día de la Paz, en el festival de Navidad, en el día del libro, en las jornadas culturales, en carnaval...Todos esos días y su preparación pesan en mi salud, en mis nervios y en mis energías. Y pesan también en mis niños que, además, en breve tendrán que soportar aulas a 30º. Para colmo, en pleno mes de junio vendrán a hacerles una prueba que se llama LEA. Es larga y tediosa, y muy poco tiene que ver con la realidad de las aulas, con la diversidad y con la integración.
Mis queridos y queridas saben que les voy a echar mucho de menos. Eso no nos lo tenemos que decir. Sencillamente, nos queremos. Cuando pasen muchos años yo habré olvidado algunos nombres, apellidos, caras... Pero conservaré los afectos, los retratos que me hacen y que guardo en una carpeta, el incontable número de anécdotas y las sonrisas que me lanzan, incluso aunque me vean enfadada.
Y cuando llegue el mes de julio recogeré mis bártulos, ordenaré mis baúles, pondré mis papeles y mis nervios en orden, repondré mi paciencia... y me acordaré mucho, mucho, de todos ellos. Eso ya, para siempre, pues en mi bagaje profesional me los llevo y en el personal...en el personal ya son míos.

martes, 7 de mayo de 2013

Destino

A lo largo y ancho de la vida tomamos decisiones que nos conducen al destino irremediable que es el presente.
Lo cierto es, que rara vez nos paramos a pensar en las veces en que son las decisiones las que nos toman a nosotros. Siempre sin derecho a réplica, sin elección. En ocasiones, sin compasión.
Tampoco reparamos en ese momento en que hay un vacío absoluto de decisiones. Las indecisiones arrasan con todo, como una riada que desmonta nuestra casa, nuestro jardín, nuestra calle...
Entonces aparece la duda. Las dudas son confidencias que se cultivan en conversaciones de cerca, tomando un café, en una ventana de chat o en una charla con amigos.
Es fácil aconsejar o ponerse en el lugar del otro sin vivir las cosas en primera persona. ¿Cuántas veces estamos convencidos de aquello que es mejor para los demás? ¿Cuántas veces sabemos con certeza qué debe elegir el otro?
¿Qué hago? ,¡Cuántas veces esperamos que nos digan lo que debemos hacer!
Pero no hay respuestas útiles. Rara vez te va a servir lo que otro opina viéndote de lejos o de cerca, pero no desde dentro.
No hay más remedio que seguir. Caminar, continuar hacia adelante. No echar la vista atrás, no demasiado.
Al final, en alguna parada del camino, hay un lugar en el que sentarse a pensar. Entonces, uno descubre que ese es el sitio que se andaba buscando desde el principio. Y en ese instante, se puede estar tranquilo. El camino era el correcto. Las decisiones eran las adecuadas. Las indecisiones que un día quebraron la calma eran las que debían ser. ¿Y las dudas?...Las dudas ni siquiera se recuerdan ya.