viernes, 19 de diciembre de 2014

Cuando me crucé con gente gris

A menudo me lo planteo,  ¿cuales pueden ser los motivos por los que algunos de alumnos aprenden de un modo tan rápido y eficaz y otros, sin embargo, tardan más o no consiguen adquirir de una forma "limpia" los mismos aprendizajes? En mi gremio aplicamos algunos criterios de autoevaluación y revisamos el modo de impartir las clases, la velocidad, la cantidad de contenidos introducidos en una semana, las actividades y los horarios.
Mis alumn@s suelen apreciarme.Y yo a ellos. Normalmente, establecemos pactos afectivos para que todos estemos contentos y se alcancen los objetivos mínimos que exige la normativa.
Sin embargo, los resultados no son siempre los mejores. Así que, es necesario que los maestros estemos dispuestos a  aceptar la necesidad de formación y aprendizaje. Técnicas, trucos, repeticiones, mecánica, creación. Un poco de todo. Así, se sabe que hay alumnos que funcionan mejor inventando. Otros responden muy bien a las explicaciones. Algunos no lo entienden hasta que corrigen un par de errores. Muchos se despistan y hay que nombrarlos de vez en cuando para que te miren. Los hay que necesitan verbalizar sus conclusiones para afirmarse en sus conocimientos. Debemos ser motivadores, persuasivos pero asertivos, convincentes, autoritarios pero cercanos...
Todos estos recursos, estas habilidades sociales, deben partir de personas camaleónicas, porque los alumnos son distintos todos los cursos, y porque el conjunto social que es el aula no se repite. No hay patrones exactos.
Por eso resulta triste encontrarte en el trayecto compañer@s que tienen todos sus pasos medidos. ¿Eso es posible?, no dejo de preguntarme. Si yo no me sirvo igual de un año para otro, cómo me van a servir los mismos recursos y refuerzos. Pobre del maestro que se encasilla en una rutina y no se reinventa. Gente gris que no deja huella porque no pisa arenas nuevas y porque su paso es idéntico todos los años.
Quizá la peor situación se produce cuando esos maestros se cruzan en el camino de otros y pretenden imponer, aunque no tengan autoridad para ello, sus métodos y sus discursos.

LAS MEDUSAS

Desde el mismo momento en que entré, Alba trató de explicarme algo que le había ocurrido durante el verano. Sin embargo, mi interés en ese momento se centraba en conseguir que todos estuvieran sentados y con los libros preparados. 
- Profe, ¡he dormido fatal!- me decía con voz lastimera mientras se tocaba la pierna- Toda la noche me ha estado doliendo aquí.
Le contesté que por qué me veía siempre con cara de médico, le pedí que atendiera y que tratara de aguantar el dolor hasta el final de la clase.
Explicar, resolver, corregir... Mantener, en definitiva, un constante pulso con ellos, que a última hora de la mañana no quieren, o no pueden, o quieren pero no lo consiguen, atender una clase de matemáticas.
La cara de Alba durante la sesión era como es ella... Teatral, expresiva y divertida vista desde fuera. Cuando ya no pudo más se lamentó en voz alta y me volvió a describir sus terribles dolores. Lo más divertido de la escena, es que añadió un por qué...
- Yo creo que es por la picadura de la medusa - Este verano me picó una...
- Pero Alba, ¡eso ocurrió en julio!, le espetó suspirando una compañera sin dejarme hablar a mi.
- Bueno, mira- se justificaba- lo que tú no sabes es que la picadura de la medusa ataca de nuevo cuando menos te lo esperas. ¡Las medusas son así!
Aunque traté de controlarme, estallé en carcajadas y aunque el primer gesto de Alba fue de enojo, me bastó con acariciar su pelo para que me sonriera y me diera permiso para escribir hoy esto que escribo..