jueves, 17 de diciembre de 2015

Una ficha aburrida

Una ficha aburrida. Se van sucediendo, una tras otra. Las mismas copias y las mismas frases absurdas. 
Balduino besa a Belén. Isabel bebe batido. Bernabé tiene bigote.
Corrijo alguna letra torcida. Señalo algún punto al final de frase. Marco la c de alguna maricita. Y me dejo llevar por la apariencia de los trazos, la presentación, la limpieza...
Me acongoja la sensación de estar perdiéndome  la creatividad, las opiniones y la persona que cada uno de mis alumnos lleva dentro. Me agobia participar en este injusto y limitado sistema educativo. Intento compensar la pobreza de estas actividades con otros momentos del día, con otros contenidos, buscando otros intereses. Y no es que crea que la letra y su grafía no son importantes. A menudo, y con gestos teatrales, insto  a mis alumnos a corear un - ¡Qué buscamos! - ¡La perfección! responden. 
Y nos reímos, porque ni ellos, ni yo, ni nadie se acercó todavía a la perfección.
Voy señalando con rojo, tal y como mandan los cánones, un muy bien, un bien más, un visto... Si veo algún error garrafal llamo al interesado a mi mesa y se lo explico personalmente. Pues corregir algo, aunque sea con el imponente color rojo, no sirve de mucho si el discente no repara en ello.
Después de diez o doce fichas le doy la vuelta a la de Aarón, con dos as y una o profe. Sonrío y me emociono al descubrir en la parte final del folio un maravilloso retrato mío, con el pelo alborotado y un corazón, un magnífico "Te quiero Mar" y su firma coronando la dedicatoria. 
Hoy sí, y a pesar de la guerra que me dan, ese pequeño gesto de Aarón con dos as y una o, que ayer por la tarde haciendo estos "deberes" se acordó (bien) de mi, me confirma que cada uno de ellos es único.

jueves, 26 de noviembre de 2015

La lacra del magisterio

Que los padres opinamos sobre la educación de nuestros hijos es algo evidente e incuestionable. Que todo, todo, lo que nos dicen de ellos no nos gusta es también verdad. Y que los conocemos mejor que nadie es innegable.
Voy a relatar una pequeña historia. Esta vez no es en primera persona.
La profe Marta tiene ya algunos años de experiencia. Le gusta su trabajo y dedica mucho de su tiempo personal a preparar clases, buscar recursos y hacer muchas de esas cosas que hacemos los maestros. 
Por eso me resulta raro que  reciba una nota negativa en la agenda de una alumna. Su mamá opina sobre su autoridad en el aula, la calidad de las clases y las causas del mal comportamiento de su hija. La causa es la maestra, ¡está claro! Y tiene la osadía de escribirlo todo sembrado de faltas de ortografía y redacción cuando está presumiendo de su licenciatura. Ella era igual que su hija pero finalmente se licenció, viene a decir.
Que la nena en cuestión sonría, victoriosa, mientras su profesora lee es el final de la historia.
El final de la historia para la maestra. El comienzo de una historia  mal enhebrada para la nena. Está claro.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Para poder hablar


En clase de lengua y matemáticas de primer ciclo queremos aprender de forma cooperativa. Es por ello, que lo primero que debemos controlar es el ruido. Por eso hemos convocado un concurso de señales, ruidómetros, vocímetros... Su finalidad es permitirnos hablar a todos de un modo ordenado, tranquilo y sosegado.
La participación está siendo increíble.
No nos inventamos nada nuevo. El que dude que consulte las bases del Aprendizaje cooperativo de la Universidad de Alcalá de Henares. (Profesor J. Carlos Torrego)
Porque para poder hablar hay que saber cómo. Para poder hablar hay que saber cuándo. Para poder hablar hay que saber hacerlo sin gritar.