lunes, 11 de abril de 2016

Alérgico a los chistes

María se acerca llorando y repitiendo que ella no lo sabía. El amigo que va delante grita desesperado:
- Jooo María, lo zabes perfectamente...zabes que zoy alérgico.
Y un pequeño coro infantil repite con insistencia que eso que el niño apunta es cierto. - Es muy alérgico, muy alérgico....

María se esfuerza en explicar que no lo ha hecho a propósito y que no quería hacerlo. Y lágrimas de pena resbalan por sus mejillas.
Doblo las rodillas y me pongo a la altura de todos mientras pregunto con algo de susto:
- ¿Alérgico a qué?- las alergias pueden ser muy peligrosas en un centro escolar, me digo.
El niño me cuenta que es alérgico a los chistes y no puedo evitar reírme a carcajadas. Pero él sigue muy serio narrándome la historia de su extraña dolencia.  De todo lo que me cuenta, deduzco que un día en su casa, se rió tanto con un chiste que se golpeó la frente y le salió sangre. Así que, desde entonces, se considera terriblemente alérgico a los chistes.
Insisto un poco en la idea de que es una lástima no poder escuchar chistes, pues son muy divertidos. Pero él se mantiene firme y se tapa las orejas con ambas manos cuando, asumo el riesgo y le pido a María que nos vuelva a contar el chiste.
Cuando mi nuevo amigo está más tranquilo, le pregunto muy seria que si le ocurre lo mismo cuando lee un chiste escrito. Deja de llorar en seco, se enjuaga las lágrimas y me responde:
- No, leerlos sí puedo. Leídos no me dan alergia...
- Ah, pues menos mal....