sábado, 31 de marzo de 2012

Me confieso...soy maestra y confieso

Hace unos días, y no por primera vez, he ido de excursión con mis chavales a una granja-escuela. Pero sí por vez primera  he llevado entre los peques a un alumno con problemas serios de salud.
He de confesar que ha llegado algo tarde y yo ya estaba respirando aliviada pensando que no vendría. Me confieso...
Lo he visto aparecer a lo lejos, dando brinquitos por el arenero del cole, moviendo sus bracitos cual pajarito que quisiera echar a volar. Sonriente. Feliz. ¡Su primera excursión!
Detrás venía su mamá. Seria y con cara de preocupación. !Hasta pálida me ha parecido¡ Arrastraba la mujer una mochila de ruedas con el equipo necesario para reanimar a mi chico en caso de...uuuffff. Lo ha puesto en mis manos tras muchas explicaciones. 
He de confesar de nuevo, y lo confieso, que ¿cómo se dice vulgarmente?, se me han puesto de corbata...
He tenido un viaje en autobús, un aterrizaje en el entorno maravilloso del Centro Educativo El Jarama, y una jornada soleada y aparentemente tranquila....tensa. ¡Estuve todo el día tensa! He vuelto a casa molida y he seguido alterada toda la tarde.
Me pregunto si esa parte de la sociedad que  pregona las ventajas laborales del magisterio se ha planteado alguna vez  la responsabilidad profesional que asumimos en todo lo que hacemos, a cada pequeño paso que damos, dentro y fuera del aula.
En esta ocasión he sido plenamente consciente de los riesgos... Aunque ver su cara de pillo en el autobús, derrotado por el cansancio relatándome todo lo que había hecho en la granja...lo compensa con creces.

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