viernes, 26 de octubre de 2012

El Ratoncito Pérez

Son absurdos los comentarios malintencionados que insinúan que lo del Ratón Pérez pudiera no ser. Así lo opinan mis alumnos y alumnas de segundo de primaria. Lo cierto es que coincido plenamente con ellos.
 ¡Que levante la mano aquel que no haya recibido algún valioso regalo de manos de tan ilustre personaje! ¡Venga!, ¡que hablen los que no se han acostado alguna vez presos de la emoción que provoca la espera!

La verdad es que no siempre trae los mismos regalos. Ni siquiera actúa del mismo modo con todos. Sofía, por ejemplo, conserva sus dientes y los guarda en una cajita que fue el primer regalo que le hizo Pérez. A Adrián le ha traído algunos euros, que está la vida mu mala. Lydia ha recibido incluso una carta del propio ratón con un membrete muy historiado y distinguido. Vesna se pone muy nerviosa y saca pecho ante alguno que insinúa que esta historia es muy rara. Para demostrar la autenticidad de los hechos nos ha traído un certificado. Hay quien asegura que sus dientes han servido para curar la caries de algún elefantito, como en la lectura del tema dos de nuestro libro de lengua.
- ¿A ti también te traía algo el Ratoncito Pérez?, me preguntan.
- Claro, el señor Pérez lleva muchos años en el oficio. Pero yo no sé qué fue de mis dientes de leche. No sé para que los usaron. Si para curar caries de animales, para hacer collares.... (puaaaag profeee)  
¡Hace ya tantos años!... Son veinte. Si, habéis oído bien. ¡Nooo, no hace veinte años!...Me refiero a que son veinte dientes los que se caen.
Ahora están casi todos con sus boquitas desdentadas, con piezas que se mueven, con encías que sangran un poquito... Pero ¡qué ilusión! ¡Qué contentos están cuando se les mueve uno!
Pronto empezarán a salir los dientes definitivos. Treinta y dos. Algunos ya  tienen. Esos habrá que cuidarlos mucho, cepillarlos después de las comidas y no abusar de las chuches... Mientras, seguiremos disfrutando de la emoción de poner el diente bajo la almohada y esperar a la mañana siguiente.



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