martes, 7 de mayo de 2013

Destino

A lo largo y ancho de la vida tomamos decisiones que nos conducen al destino irremediable que es el presente.
Lo cierto es, que rara vez nos paramos a pensar en las veces en que son las decisiones las que nos toman a nosotros. Siempre sin derecho a réplica, sin elección. En ocasiones, sin compasión.
Tampoco reparamos en ese momento en que hay un vacío absoluto de decisiones. Las indecisiones arrasan con todo, como una riada que desmonta nuestra casa, nuestro jardín, nuestra calle...
Entonces aparece la duda. Las dudas son confidencias que se cultivan en conversaciones de cerca, tomando un café, en una ventana de chat o en una charla con amigos.
Es fácil aconsejar o ponerse en el lugar del otro sin vivir las cosas en primera persona. ¿Cuántas veces estamos convencidos de aquello que es mejor para los demás? ¿Cuántas veces sabemos con certeza qué debe elegir el otro?
¿Qué hago? ,¡Cuántas veces esperamos que nos digan lo que debemos hacer!
Pero no hay respuestas útiles. Rara vez te va a servir lo que otro opina viéndote de lejos o de cerca, pero no desde dentro.
No hay más remedio que seguir. Caminar, continuar hacia adelante. No echar la vista atrás, no demasiado.
Al final, en alguna parada del camino, hay un lugar en el que sentarse a pensar. Entonces, uno descubre que ese es el sitio que se andaba buscando desde el principio. Y en ese instante, se puede estar tranquilo. El camino era el correcto. Las decisiones eran las adecuadas. Las indecisiones que un día quebraron la calma eran las que debían ser. ¿Y las dudas?...Las dudas ni siquiera se recuerdan ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario