lunes, 28 de abril de 2014

Glaucoma, ojos verdosos

Glaucoma, ojos verdosos, que viene del griego. Glaucoma. Silencioso, invisible, indoloro, letal, invencible...
Yo diría además, demoledor, inagotable fuente de dolor, cruel, mezquino, sibilino...
Nunca jamás me voy a acostumbrar. Tus ojos velados velaron también parte de nuestro futuro, de nuestros planes, nuestros viajes, nuestros días y también de nuestras noches.
Cada vez que te dejo en plena calle los latidos de mi ritmo se ven alterados durante unos minutos. Me desgarra la imagen de tus pasos titubeantes recorriendo la acera. Me desgarra el trayecto que has de hacer a ciegas. Me desgarra también la curva de las esquinas, y las farolas centradas en tu camino. Los árboles de copas bajas y los toldos de las tiendas. Los maceteros del suelo.
Un pequeño ataque de ansiedad me oprime y he de controlarlo. Apenas unos segundos.
No me propuse ser valiente. No tuve tiempo de pensarlo. Las cosas sucedieron sin más. Y aunque traté de suponer lo que podría suceder, no lo supe imaginar.

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